Desde mayo de 1934, la Filial Montevideo de la Institución venía desarrollando sus actividades en una amplia residencia en la calle Agraciada 2385. Ante la insuficiente capacidad de esa Sede Central para el creciente número de integrantes, en noviembre de 1935 se alquiló la casa contigua – de similares características – numerada con el 2387. En enero de 1938 se alquiló otra espaciosa casa enfrente de las anteriores, con un gran jardín, identificada con el Nº 2442, y unos meses después otra más sobre la calle Marmarajá. A fines de la década se disponía, entonces, de cuatro locales en Montevideo para el desarrollo de las actividades de la Institución.

Sus integrantes soñaban con una sede propia que les permitiera nuclear las actividades para desarrollarlas en forma más armónica.
¿No se podría transformar ese sueño en realidad? Durante varios años ese pensamiento ocupó sus mentes, llevándolos a pensar en diversas posibilidades.

Dentro de los grandes emprendimientos que se encararon con el objetivo de recaudar fondos para la expansión física de la Institución, a finales de esa década, se destaca la iniciativa de Manuel de la Fuente y Juan Salgueiro, que en el año 1937 decidieron adquirir una fracción de campo en el Departamento de Canelones, con costa sobre el Río de la Plata, para formar allí un balneario que se llamaría “Los Titanes”. De la venta de sus solares, se iría recaudando dinero para transformar aquel sueño en realidad.

A comienzos del año 1947, sorpresivamente, sin ningún anuncio previo, apareció en el frente de la sede de la calle Agraciada 2385 un cartel anunciando la venta de la propiedad. Ese cartel de venta ofició como campana de despertador para el estudiantado, propiciando que el sueño se transformara en activa vigilia. Algunos transmitieron a Carlos Bernardo González Pecotche, creador de la Logosofía, la posibilidad de adquirir esa propiedad, pero éste agradeció el gesto generoso y lo desechó, pues tenía otros planes. Entendió que la Filial necesitaba una casa de mayor jerarquía y en otro lugar; se pusieron entonces avisos en la prensa indicando necesidades y características de la propiedad que se buscaba, recibiéndose tres ofertas de residencias de jerarquía, las que comenzaron a ser estudiadas por las autoridades de la Institución.

En agosto de 1947 vino González Pecotche a Montevideo, recorrió las casas ofrecidas y seleccionó la que hoy constituye la Sede Central de la Fundación Logosófica en Montevideo, con frente a la Av. 8 de Octubre. Por aquel entonces, el lugar elegido era un barrio de casas-quintas, considerado algo alejado del centro, con muy poco movimiento y escasos comercios.

Gradualmente, la dinámica urbana fue desplazando el centro de la ciudad hacia la histórica zona conocida hoy como Tres Cruces – próxima a la localización de la Sede -, valorizándose por ende todo el entorno a la misma y resaltando el acierto de la elección. El autor de la Logosofía, proyectándose en el tiempo, también debe haber tenido muy en cuenta, además del amplio terreno de más de 2500 metros cuadrados en el que se desarrollaba un atractivo parque-jardín que se extendía hasta la calle Itacabó (hoy Gerardo Grasso) – la que recién había sido librada al uso público -, la existencia de terrenos baldíos contiguos al mismo con frente a la Av. Dr. Manuel Albo, que permitirían varios años después la expansión física de la Institución.

Algunos se sorprendieron por la elección; otros quedaron asombrados por la importancia que trasuntaba esa señorial residencia, proyectada en 1924 por el Arq. Alfredo R. Campos (a quien se homenajeara años atrás en el Día del Patrimonio Histórico) y terminada de edificar en 1926.

El Dr. Lorenzo Mérola, uno de los médicos cirujanos mejor conceptuados de la época en nuestro país, había encargado el proyecto para su residencia y consultorio médico.

Tras su desaparición física, a mediados de la siguiente década, su familia se mantendría en la finca hasta la adquisición del bien por la Fundación. Se trataba – como lo describe en un informe el Arq. Juan Antonio Aubriot, de reconocida trayectoria profesional en el país – de un “edificio sólidamente fundado por un sistema de robustas vigas y pilares de hormigón armado…” “El estado de conservación es impecable…” “La calidad de las terminaciones, por sus pisos, revestimientos, frisos, zócalos, carpintería, herrajes, estucados, etc. evidencia una construcción de elevado costo.”

La residencia fue proyectada con un gran hall de entrada, consultorio y dos salas de espera, comedor, cuatro dormitorios, estar con vista al jardín y terraza, instalaciones completas para el personal de servicio y un local en subsuelo destinado a juegos de niños y estudio.

Precisamente en este último local mencionado, comenzó sus actividades la primera Escuela Primaria Logosófica del mundo en 1962 hasta que finalizó la construcción de su edificio propio dos años después.

Debe tenerse en cuenta que en aquel momento del año 1947, el dinero con que se contaba en la Intendencia de la Institución que tan celosamente administraba Antonio Invernizzi, alcanzaba la suma de $800 (ochocientos) pesos oro, lo que da la pauta de lo que podrían sentir los integrantes de la Institución de ese entonces frente a esta realidad tan lejana de los $110.000 (ciento diez mil pesos) que se habían acordado como precio de la residencia, alternando así alegrías y ansiedades con desconciertos y preocupaciones. Todos vivieron la enorme alegría que les proporcionó el hecho de saber que iban a tener la sede propia, pero en muchos de ellos convivían otras sensaciones. Dejar la antigua sede después de haber vivido allí más de trece años acumulando recuerdos y emociones, debió producirles a algunos, estados de nostalgia usuales en toda despedida.

Los miembros de la Institución colaboraron activamente para lograr el objetivo de la sede propia, cambiando perplejidad por trabajo. Se acercaron donaciones con lo que cada uno podía contribuir; la generosidad se hizo ejemplo. Aquella meritoria empresa del Balneario “Los Titanes”, aportó $40.000, a los que se sumaron otros $40.000 como producto de una hipoteca que se hizo en el Banco Hipotecario y una importante donación del creador de la Logosofía. De esta manera, en compromiso firmado el 25 de setiembre de 1947, se logró concretar el anhelo de la sede propia, fruto de la incansable dedicación de González Pecotche y el empeño desinteresado de los integrantes de la Fundación que lo acompañaron, dejando en herencia al futuro una hermosa realidad.

El 17 de octubre de 1947 se inauguró la nueva Sede Central propia de la Fundación Logosófica del Uruguay, situada en Av. 8 de Octubre Nº 2662.
Fundación Logosófica - Crédito de la imagen; Debora Colley

Los ambientes de esta casa guardan discretamente infinitos recuerdos y muchas historias. En ellos González Pecotche vivió muchas horas felices y expandió generosamente grandes porciones de esa felicidad a los estudiantes de Logosofía. Vivió muchas horas de intenso trabajo; brindó inmenso caudal de enseñanzas, tanto en forma individual, como en clases y conferencias. Fue esta casa la que siempre destinó para dar sus clases especiales a los estudiantes más aventajados. Por ello fue centro radiante de proyección de los conocimientos y enseñanzas que daba y que desde aquí se expandían e interpenetraban luego toda la Institución.

Crédito de la foto de la sede de Fundación Logosófica: Debora Colley